La tuberculosis existe y es curable: el albergue San Vicente cumple 86 años
El albergue San Vicente cumple 86 años de servir a la comunidad, principalmente a los menos favorecidos: se especializa en atender, sanar y reintegrar a la sociedad a quienes padecen tuberculosis.
Hace dos años un adulto mayor fue recogido en un baldío de la ciudad por personas solidarias, su salud se encontraba comprometida, así que fue canalizado a un albergue en la colonia Palo Verde: allí, tras una batería de estudios clínicos, recibió la noticia de que estaba contagiado de tuberculosis y lo enviaron a San Vicente, un lugar pensado para ofrecer la mejor atención posible ante la enfermedad.
Se trata de un padecimiento con una presencia tan sostenida a lo largo de la historia humana, que existe la creencia de que se trata de un problema resuelto; de una enfermedad erradicada. Esto, sin embargo, es falso, y las cifras de las autoridades exponen que existe un repunte en Sonora, al grado de que este año se cuentan 20 casos positivos cada semana.
El paciente es Juan Diego Rojas y es una de las 11 personas que actualmente residen en la casa hogar San Vicente, donde decenas de personas trabajan de manera desinteresada bajo la premisa de que "la tuberculosis existe, y es curable".
"No tengo familia, a mí me recogieron de un baldío, me ayudó un señor y me llevó a un albergue (en la colonia Palo Verde); ahí me salió lo de la tuberculosis. Del Palo Verde me trajeron para acá (a San Vicente). Ya me estaba muriendo, me la llevaba en un camellón del bulevar Luis Encinas, para el lado de la central camionera. Ahora estoy más a gusto y mejor, gracias a dios. Comimos, dormimos a gusto, con una tele, una pantallona", dijo Juan Diego a e Media.
El caso de Juan Diego refleja una de las características más importantes de la enfermedad: prolifera principalmente en personas que padecen malnutrición, que cuentan con un sistema inmune debilitado y que consumen tabaco, alcohol y otras drogas de manera habitual. Es decir, la tuberculosis afecta principalmente a la población vulnerable, muchas veces sin hogar.
"Todo es por el vicio, nomás te tiras al vicio, te metes a cosas malas, y te va mal. Yo consumía cristal y me fue mal. Ya no lo hago, ya no puedo nada, ni cigarro, ni mariguana, ni cristal; nada que sea humo. Es mejor así", concluyó.
Juan Diego fue recogido en un baldío de la ciudad por personas solidarias. (Foto: Jesús Ballesteros/EXPRESO)
San Vicente cumple 86 años de servir a la comunidad, principalmente a los menos favorecidos: se especializa en atender, sanar y reintegrar a la sociedad a quienes padecen la mencionada enfermedad. Es por ello que ofrecen comida, actividades recreativas, apoyo médico y psicológico, una cama donde dormir y un techo sobre su cabeza. Todo es gratuito.
La historia de este oasis humanitario se encuentra plasmada en las calles de Hermosillo: comenzó con la iniciativa del entonces arzobispo Juan Navarrete, siguió con el compromiso y la vocación de Luz Valencia Duarte, y contó con el auspicio del trabajo comunitario del neumólogo Gastón Madrid Sánchez.
Tras sus pasos queda un nuevo patronato que acaba de tomar las riendas de la institución, misma que es administrada por Antonia Holguín García, maestra retirada que trabajó codo a codo con Luz Valencia por 20 años y que compartió esfuerzos con Gastón Madrid.
"Me tocó convivir con él (Gastón Madrid) y con la señorita Luz Valencia Duarte. Me tocaba ver a mi saber que el doctor Gastón operó a muchos pacientes. La señorita Luz como administradora, incansable la labor de todas las señoritas auxiliares también. Siempre pendientes de los más necesitados, no nomás de los pacientes", dijo Holguín García.
El impulso que recibe este espacio de la mano del nuevo patronato ya se traduce en hechos, beneficios para los inquilinos: gracias a un convenio formalizado con la Universidad de Sonora en el año 2017, gestionado por la Secretaría de Salud, San Vicente cuenta pasantes de medicina, enfermería y otras personas que coadyuvan para el bienestar de la población. Actualmente se trabaja para incluir a un profesional de la psicología.
"(El trabajo que se hace en San Vicente) es muy importante porque la tuberculosis se cura y se cura a tiempo. Aquí se requiere apoyar con un equipo multidisciplinario, médicos, nutriólogos, enfermería, para apoyar a este tipo de pacientes. La importancia de que vengan médicos de la Unison a prestar su servicio social radica en que coadyuvan y apoyan para que los pacientes sean tratados y curados", afirmó René Ángulo Campos, coordinador estatal de Servicio Social de Medicina dentro de la División General de Calidad y Educación en Salud.
Los inquilinos tienen una cama donde dormir y un techo sobre su cabeza. (Foto: Jesús Ballesteros/EXPRESO)
Aunque la historia de Juan Diego es una de las más sensibles que pueden encontrarse al interior de San Vicente, no es la única. Quienes llegan allí lo hacen mientras consiguen curarse, lo que por lo general toma un mínimo de tres meses, pero aquellos que no tienen otra opción luego de su recuperación son libres de quedarse allí. Todos, sin embargo, tienen planes.
Pedro Gaspar, un hombre de 58 años, afirma que llegó "muy jodido", al grado de que no podía subir un solo escalón sin desplomarse. "Llegué pesando como 17 kilos y ahorita peso 66. Aquí nos asisten muy bien, si uno quiere nos dan plato doble de comida y órale".
Originario de Oaxaca, Pedro Gaspar llegó a hace años para trabajar en el campo. Cosechaba melón, sandía, calabaza y otros frutos, pero ahora se desempeña como guardia de seguridad en turnos que van de las 7 de la tarde a las 7 de la mañana. "Yo cualquier rato me voy para Oaxaca, tengo planes de ir. Un día me da la locura y me voy", dijo al recordar que allá viven sus padres y hermanos.
Ahora, Pedro Gaspar trabaja como guardia de seguridad. (Foto: Jesús Ballesteros/EXPRESO)
Joaquín Álvarez, otro de los inquilinos, pasa sus días en el huerto que construyeron en San Vicente gracias a que su enfermedad "ya se va apagando". "Ya más o menos tenía nociones de cómo se empieza a trabajar, a mover las plantitas, moverle a la tierra. Voy mejorando ya, antes me ponía ronco, a veces se me iba la voz, se me apagaba".
Entre los planes de Joaquín, luego de superar definitivamente su enfermedad, está reencontrarse con su familia: "Quisiera ir para mi casa, pa’ donde está mi mamá. A veces salgo con unos hermanos que tengo y me traen lueguito, pero hace como 4 o 6 años que no veo a mi mamá, aunque hablo con ella y estoy al pendiente", dijo.
El sentido de este espacio, esta historia, lo que impulsa a la gente que le da vida, y la esperanza de vivir, se encuentran en las palabras de Pedro Gaspar.
"Yo estoy muy agradecido de aquí de San Vicente, aquí me alivié yo. Volví a nacer. El doctor me dijo que mi enfermedad era mortal; me salía mucha sangre por la garganta, como gelatina. En dos años me repuse".
Joaquín pasa sus días en el huerto. (Foto: Jesús Ballesteros/EXPRESO)