Familia de Rafael mantiene vivo el encanto nostálgico del organillo

Detrás de este espectáculo sonoro hay una familia de organilleros provenientes de la Ciudad de México, miembros de la Unión de Organilleros de la capital.

El bullicio del tráfico en la intersección del bulevar Luis Encinas y Revolución se ve interrumpido por un sonido peculiar, uno que evoca tiempos pasados y transporta a quienes lo escuchan a las calles del viejo México. Es el sonido de un organillo, un instrumento que, con su melodiosa armonía, logra apaciguar incluso al conductor más estresado.

Detrás de este espectáculo sonoro hay una familia de organilleros provenientes de la Ciudad de México, miembros de la Unión de Organilleros de la capital. Cada invierno, durante dos meses, emprenden una gira por los estados de Coahuila, Chihuahua y Sonora, aprovechando la tregua que el clima les concede. El calor extremo es su mayor enemigo, pues las altas temperaturas pueden descomponer el mecanismo del organillo y desafinar su música.

Rafael es el encargado de girar la palanca del organillo, una tarea que parece sencilla, pero que en realidad exige precisión: la velocidad con la que se mueve la manivela determina la correcta ejecución de cada melodía. A su lado, su esposa Estela, su hermano David y su hijo más pequeño lo acompañan en esta travesía musical. El niño, aún demasiado joven para tomar parte activa, observa sentado en el camellón, quizá preparándose para continuar con la tradición familiar.

Familia de Rafael mantiene vivo el encanto nostálgico del organillo

Rafael es el encargado de girar la palanca del organillo. (Foto: Jesús Ballesteros/EXPRESO)

El repertorio de este noble instrumento consta de ocho piezas que han resistido el paso del tiempo: 'Alejandra', 'Cartas marcadas', 'Mi cariñito', 'Ay, Chabela', 'Las mañanitas', 'Carta Eufemia', 'Cielito lindo' y '100 años'. Cada una de ellas despierta en los transeúntes una mezcla de nostalgia y alegría. La mayoría de los conductores y peatones, sorprendidos por la presencia del organillero en la ciudad, contribuyen con algunas monedas, agradeciendo el instante de encanto que rompe con la rutina diaria.

El organillo tiene una historia fascinante en México. Llegó en el siglo XIX desde Alemania, en tiempos de guerra, cuando sus dueños buscaron refugio en nuevas tierras. Con el paso de los años, este instrumento se integró a la vida cotidiana de la Ciudad de México, convirtiéndose en un símbolo de sus calles y en un testigo de su evolución.

Familia de Rafael mantiene vivo el encanto nostálgico del organillo

Regalan un instante de magia y recuerdos. (Foto: Jesús Ballesteros/EXPRESO)

Hoy, en pleno siglo XXI, la tradición sigue viva gracias a familias como la de Rafael, que recorren el país con su música, llevando consigo un fragmento del México de antaño y regalando a quienes los escuchan un instante de magia y recuerdos.