Más vale tarde que nunca: carretera Hermosillo-Bahía de Kino
El equipo de e Media realizó un recorrido de cuatro horas para documentar estos monumentos en memoria de quienes perdieron la vida en la carretera.
Cada cruz que salpica los 99 kilómetros de la carretera Hermosillo-Bahía de Kino lleva una historia, un recuerdo, una advertencia. Son 118 monumentos silenciosos que se levantan entre el polvo y el calor del desierto, guardando los nombres y fechas de quienes no lograron completar el trayecto.
Para muchos, estas cruces pasan desapercibidas, tal vez borradas por la velocidad o por la prisa de llegar al mar; para otros, son un recordatorio permanente de que cada kilómetro recorrido tiene su precio.
El trayecto de Hermosillo a Bahía de Kino por lo general es recorrido en un tiempo que oscila entre una hora y una hora y media, según el tráfico, la velocidad y otros factores. Sin embargo, el equipo de e Media realizó el viaje en poco más de cuatro horas, tiempo necesario para detenerse a contar y fotografiar la mayor parte de las 118 cruces que se encuentran en el tramo, mismas que parecen delimitar el perímetro de la vialidad y que recuerdan a los viajeros una vieja máxima de la movilidad: más vale tarde, que nunca.
Esta carretera se posa con frecuencia en el foco noticioso debido a un gran número de accidentes que se reportan, principalmente, en periodos de asueto, cosa que no es de extrañar al considerar que la mencionada playa representa el destino turístico preferido por los habitantes de la ciudad capital.
Factores como el alcohol al volante, las distracciones derivadas del uso de celulares o simplemente la "mala suerte" han hecho del tramo uno excepcionalmente mortal. Tan solo en lo que va de 2024, 10 personas han perdido la vida en este trayecto, sumando así a las estadísticas de accidentes fatales de los últimos años en esta peligrosa carretera.
Símbolos de tragedias
La mayor parte de las cruces se encuentran en el sentido Bahía de Kino-Hermosillo. Datan de diversas épocas, al menos entre 1990 y 2024, y en ocasiones se encuentran agrupadas en 5 o en 6 o en 7, testimonios de accidentes donde perdieron la vida todos, o la mayoría, de los tripulantes del vehículo.
Tan notoria es la diferencia entre los accidentes ocurridos camino a la ciudad respecto de los que ocurrieron rumbo a la playa, según el testimonio material que familiares y amigos instalaron, que la primera de las cruces en el segundo sentido se encuentra a la altura del kilómetro 19; punto para el cual el registro ya contenía 10 monumentos con rumbo a la ciudad.
Es una estructura negra, con letras blancas y tres corazones pintados para recordar el fallecimiento de Alfredo Díaz Castro, sucedido el 11 de mayo de 2008: se trata de un joven, un niño, que tenía 14 años al momento de su muerte. La apariencia de la cruz sugiere que frecuentemente recibe mantenimiento.
Un altar en cada kilómetro
Algunas de las cruces se encuentran en lugares específicos, como curvas pronunciadas o las afueras de campos agrícolas. Con relación al segundo de los casos, destaca una cruz que se encuentra sobre el perímetro del Campo Santa Inés: tiene una corona verde y una pelota de beisbol. Lleva el nombre de Leonardo Muñoz Sepúlveda, una de las tres que lleva el 2024 como año de su muerte.
Los tipos de cruces varían en sus colores, en el estado de la herrería (algunas lucen comidas por el tiempo, otras, aunque daten de décadas atrás, parecen recién montadas) y, sobre todo, en la información que guardan: un gran número de los monumentos registrados durante el reportaje tenían una placa en blanco: sin nombre, sin fecha, sin palabra alguna.
Tregua y un agradecimiento
Uno de los tramos con menos señales de tragedias pasadas es el que comienza al atravesar el Poblado Miguel Alemán y termina con el ostentoso letrero que, con letras grandes y un marco que refiere a una entrada, da la bienvenida a Bahía de Kino.
Son 45.5 kilómetros que representan casi la mitad del viaje y que resguardan, sin embargo, 25 cruces que son, a su vez, poco más de 21% de los accidentes registrados a través de la herrería, el granito, la madera y el mármol.
El conteo, el viaje y el reportaje terminaron a la par cuando, a pocos metros de llegar a puerto, se presentó del lado derecho del camino un altar dedicado a San Judas Tadeo, mismo que alberga decenas de veladoras, encendidas y enteras, viejas y rotas, que agradecen “favores” del santo. Entre ellos, llegar con vida a su destino.