Doña Rosita nunca pensó que el gusto por la pesca y el sazón para la comida serían negocio

“Yo nací en 1943 en Sahuaripa, un pueblo de la sierra de Sonora, fui maestra muchos años en Hermosillo antes de llegar aquí, siempre tuve la ilusión de vivir en el mar”, dice la señora Rosita.

GUAYMAS, SON.- “Yo nací en 1943 en Sahuaripa, un pueblo de la sierra de Sonora, fui maestra muchos años en Hermosillo antes de llegar aquí, siempre tuve la ilusión de vivir en el mar”, dice la señora Rosita, propietaria de un restaurante en La Manga, San Carlos.

Muchos años antes de que su negocio fuera uno de los más visitados de esta región, tuviera 7 hijos, 26 nietos y 6 bisnietos, Rosita creció en una familia humilde con muchas carencias, pero también mucha felicidad, y en su adolescencia migró a Hermosillo a estudiar la secundaria.

“Estudié comercio porque no teníamos la manera de que me solventaran otros estudios, me mandaron a trabajar a un pueblito, a Tepache, el director de la zona de ahí me mandó porque según él yo tenía mucha ambición de ser maestra y decía que tenía muchos conocimientos, trabajé dos años como maestra de primaria”, narró.

Se casó a los 16 años de edad, tuvo a sus hijos y siguió trabajando, pero un día, cansada de la poca presencia de su esposo en el hogar y al saber que tenía otra mujer, se divorció de él y continuó como profesora en el Cereso de Hermosillo, donde impartía desde alfabetización hasta preparatoria.

“Yo me separé de mi esposo, se enfada una de estar sola y lo más malo fue que el andaba con otra mujer, no tenía caso seguir, porque ya no vives igual, yo seguí trabajando me hice fuerte, mis hijos ya estaban grandes, todos fueron a la universidad y gracias a Dios todos se titularon y empezaron a trabajar”, explicó.

Hace alrededor de 32 años se estableció en el poblado La Palma en el valle de Guaymas, donde vivía su mamá, y en compañía de su segundo esposo, salía a pescar y a pasear en una panga, llevar pescado fresco y cocinarlo en familia, sin pensar aún que ese gusto por la pesca y el sazón para la comida, sería un negocio a donde hoy llegan comensales de distintos puntos del estado y del país, preguntando donde queda su restaurante, y pese a que tienen que transitar por un camino de terracería, llegan al lejano lugar, al final de la bahía de San Carlos.

“Nos vinimos a vivir a La Manga en una traila que estaba donde hoy ves la cocina, compramos una panga y nos pusimos a pescar, luego compramos otra panga y vendíamos mucho pescado, gente de Guaymas venía a comprarnos y yo entregaba mucho pedido en el Club Med, también sacábamos langosta, que en aquel tiempo había mucho aquí entre las rocas, sacábamos pulpo, pargo, cabrilla, y muchos tipos de almeja”, platicó.

Por temor a que la casa rodante pudiera caer en una tormenta, sus hijos le construyeron una casita de bloc, y a principios de la década del 2000, el gobierno federal entregó apoyos a microempresarios en zonas de marginación, y eso fue lo que permitió a Doña Rosita iniciar su negocio afuera de su casa.

“Unas aprovechamos, otros no supieron trabajar porque dinero nos dieron y a fondo perdido, fueron 62 mil pesos, inicié con los trastes que yo tenía, empecé a cocinar en mi casa con cinco mesitas que me prestó la Pepsi, compré platos de plástico, parrillas de disco, gracias a Dios me fui yendo muy recio para arriba, me esforcé mucho me sentía muy satisfecha, me encantaba el trabajo, con la ganancia que daba, íbamos ampliando poco a poquito”, dijo.

Desde hace más de un año y por problemas de salud, se encuentra retirada, y dos de sus hijos se encargan del negocio en La Manga, y otros dos tienen sus restaurantes en El Tazajal, pero Rosita recuerda aquellos tiempos en que empezó a tener clientela:

“En la casita de bloc ahí empecé, pero no cabía, tenía las mesitas en un porche de madera, hieleras por todas partes, ahí andaba brincando, fue ahí donde me separé de mi esposo porque él no me ayudaba, como yo empecé a buscar trabajadores porque sola no podía, tenía primero cinco, luego tuve que buscar más, y él se enroló con una de ellas, y dije que yo no voy a estarme amolando y el menospreciándome por otra, nunca estoy de acuerdo en que un hombre haga menos a la mujer y a la familia, me dediqué a seguir trabajando”, sostuvo Doña Rosita.

En La Manga no solamente es conocida como una mujer emprendedora, pues también reconocen su colaboración para mejorar las condiciones de vida de esa comunidad, pues esta mujer, por años ha solicitado agua potable, luz y servicios dignos para el campo pesquero, y en un tiempo, por sus propios medios reunía mujeres para mantener limpio su entorno, así como motivarlas a trabajar y tener mejores aspiraciones.