Tradiciones y sana distancia

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Unison

México es un país tradicionalista por excelencia, lo vemos en sus festejos anuales y cíclicos de ciertos meses y épocas, en sus creencias y estilos de vida, en sus pintorescos pueblos, en su  gastronomía, etcétera.

Y esto es bueno, porque las tradiciones de una ciudad, pueblo o región son importantes para su identidad, hacen que las culturas sean interesantes y crean un fuerte lazo con el pasado y la historia de las comunidades.

Además, en la mayoría de las veces, tienen un fin festivo que nos hace convivir y compartir momentos agradables con las demás personas.

Pero, en tiempos como los actuales, donde una pandemia llegó para arrebatar la vida de cualquiera, donde ese asesino invisible puede transportarse a través de las personas sin que éstas o los demás se den cuenta, ¿qué tan importante puede ser cumplir con una tradición, por más arraigada que ésta sea?

A lo largo de todo el año 2020, cuando el Covid-19 desató su furia contra el mundo, no dejamos de ver prácticas de todo tipo, donde las personas se reunían aun conscientes de lo riesgoso que esto  era.

No mencionaré a cuáles prácticas o tradiciones me refiero, pero todos sabemos cuáles son las nuestras y qué tanto las seguimos. Lo que sí puedo afirmar es que cualquier tradición, en tiempos en

que lo que se juega es la vida de las personas de todo el mundo, resulta totalmente inútil y perjudicial, porque lejos de aportarnos algún valor necesario para nuestra supervivencia, nos orilla a infringir las normas  establecidas para la prevención de la mortal enfermedad.

Para muchas personas, sobre todo los jóvenes, seguir una tradición ya sea en lo personal, familiar o social, suele en ocasiones resultar tedioso, ya que son actos por lo general predecibles y  repetitivos que pocas veces traen algo novedoso a nuestras vidas, y en la mayoría de las veces sí muchos factores estresantes y gastos innecesarios.

Pregúntese usted si en la última tradición que siguió obtuvo un beneficio real para usted o su familia, o sólo fue un placer o gratificación sentimental efímera.

¿Le dejó algún beneficio económico?, ¿le servirá para llevar a cabo sus planes?, aparte del gusto momentáneo que le provocó cumplir esa tradición, ¿qué ventajas le dio para su vida cotidiana posterior? , cumplir con esa tradición ¿lo hizo mejor persona?

Quizá este pensamiento le parezca antisocial, sociópata o negativo, pero es una reflexión realista de cómo los mexicanos, a través de las generaciones, nos hemos dejado arrastrar por usos, costumbres y tradiciones que nunca imaginamos que nos iban a dañar, como en estos días, donde hacer una ceremonia, festejo, reunión, viaje, ritual o procesión nos puede mandar al cementerio.

Hay quienes piensan que las tradiciones de una región enriquecen a los pueblos; otros piensan que los estancan y les impiden modernizarse y avanzar hacia el desarrollo, lo que sí es cierto es la necesidad de saber cuándo y hasta qué punto deben llevarse a cabo en una época donde la sana distancia es cuestión de vida o muerte.

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Unison

Ha sido reportera, editora y correctora en medios impresos y digitales

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